domingo, 23 de marzo de 2014

La revolución conservadora salvaje.

Auspiciada en primer lugar por Reagan en EEUU y por Margaret Thatcher en Europa, han producido una tremenda crisis sistemática que alcanza a cuestionar el propio concepto de civilización.
Todo este conservadurismo salvaje apoyado, yo diría más bien capturado, por un capitalismo salvaje que no conoce límites, está provocando:


a) Un enorme desempleo.
b) Una deuda pública masiva.
c) Desigualdad y un empobrecimiento crecientes.
d) Un entorno natural cada vez más devastado.


Los gobiernos, es decir, el poder político está capturado por el poder económico tomando medidas a su favor. Es un especie de CORPORATOCRACIA en que los grupos de interés de las poderosas corporaciones controlan la hoja de ruta política.
Los grupos de interés practican el lobbying que equivale en nuestra lengua a cabildear,es decir, gestiones que llevan a cabo personas a quienes se les encomienda, o bien por propia iniciativa, para lograr con habilidad el apoyo o el favor de una persona con autoridad que intervendrá en un asunto. Se busca que llegado el momento ayude a que se apruebe o se rechace según convenga al interesado. La acción de cabildear se practica intensa y extensamente por los grupos de presión.
Este sistema sirve a los muy ricos y poderosos, a los gestores y a las grandes corporaciones en vez de a los votantes. Los gobiernos están en manos de los mercados y especuladores. Todos éstos tienen nombres y apellidos que están provocando una bajísima calidad del sistema democrático, por lo tanto, necesitamos unos cambios de valores desde abajo.
La ideología de los grandes lobbies es la siguiente: "La riqueza engendra poder, y el poder engendra riqueza".
En contra de este slogan, necesitamos recuperar el equilibrio de nuestras propias vidas entre trabajo y ocio, ahorro y consumo, interés propio y compasión, individualismo y ciudadanía. Como sociedad, necesitamos establecer la justa relación entre mercados, política y sociedad civil para afrontar los complejos retos del siglo XXI. Necesitamos una sociedad consciente, en la que de nuevo tomemos en serio nuestro propio bienestar, nuestras relaciones con los otros y el funcionamiento de nuestra política.
Hemos entrado en una era de impunidad, en la que los miembros ricos y poderosos de la sociedad- altos directivos, ejecutivos financieros y sus amigos con altos cargos políticos- con frecuencia parecen creerse por encima de la ley. La deshonestidad es una enfermedad social contagiosa; una vez  que comienza tiende a extenderse.
Quizá la causa principal sea la casi completa impunidad de las mentiras o los costosos fallos de liderazgo. Casi nadie importante paga por ello, incluso cuando la verdad sale finalmente a la luz.
Estos poderes muy opacos, que no se presentan a las urnas, que no responden ante la sociedad de sus errores y la mayoría de las veces ante la Justicia. Pero son determinantes a la hora de producir hecatombes económicas que tienen consecuencias sociales tremendas.
Están llevando a la mayoría de las naciones a la pobreza. Espero que algún día sean juzgados, castigados y condenados a la cárcel. Todo esto lo tiene que hacer la generación del milenio.
No me vale la palabra perdón.